jueves, 13 de mayo de 2010

Mayoabril

















Cuando llega el mes de mayo se que habrá mucho calor. Tal vez por eso bromeo diciendo que es el mes desmayo. Pero en este año las cosas han cambiado.

Y es que ultimamente al calendario que compré con fotografías de aves del mundo en la librería en el mes pasado — si, si se que debí comprarlo en navidad y me arrepiento honestamente por eso pero siempre he sido desidioso — por alguna tonta decisión del impresor en china se olvidó engrapar una hoja que corresponde a los meses de mayo y claro siguiendo el orden de impresión ... el de octubre.

Y en lugar de regresar a la librería me conformé y no quise alterarme — como ha ocurrido con muchas cosas ultimamente, sobre todo desde que Andrés se fue al extranjero hacía 3 semanas a estudiar la maestría que tanto había querido desde hace varios años.

Así que simplemente, como matemático que creo que soy — por aquella vieja historia de que estudie dos años en la facultad de matemáticas — me dí a la tarea de todas las mañanas, no se si como curiosidad o nueva rutina para olvidarme del tedio, simplemente veo la hoja del calendario en el mes anterior a mayo y le sumo dos días naturales.

Es decir: abril 1 jueves — "OK..mayo primero, dos días más, sábado. Listo"

"Cita con el dentista, abril martes 13... mayo 13 jueves"

"Pagar el internet antes de que me lo corten — no podría vivir sin recibir correos — 23 de abril, viernes, en mayo es entonces en domingo... ah que alivio no me lo cortarán pero tengo que ir el lunes"

A fin de cuentas todo se resolvería en unos cuantos días cuando mayo y sus calores pasaran y entrara en el sexto mes del año, junio.

Pero lentamente, trás el paso de los días y las semanas de ese mayoabril las cosas cambiaron.

Ahora, en la librería recuerdo que empezó una mañana mientras intentaba limpiar el tiradero que la vieja cafetera que Andrés descompuso. El conductor del noticiero en la televisión se refirió a como las obras de drenaje de una ciudad en el norte del país al no poder resistir la crecida de un rio por las fuertes lluvias provocó la inundación en ciertas colonias de escasos recursos.

El problema no era la noticia. A fin de cuentas cada día tiene una similar con diferente ciudad o país como el nacimiento de un panda o de una jirafa en algún zoológico al que hay que ponerle nombre. Si. Notas de relleno en los periódicos.

Pero por alguna razón me quedé viendo la pantalla de mi televisión con el trapo de limpieza chorreando de café — mi memoria me decía que había visto ese mismo reportaje el mes pasado.

Los siguientes dos días no noté muchos cambios. Apenas me dí cuenta que la pasta de dientes que siempre está en el borde de mi lavabo parecía mas llena que cuando comenzó el mes.

Luego fue el mechón de canas que me había pintado la noche anterior, ahí estaba de nuevo completamente blanco de nuevo 24 horas después.

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Domingo 25 de abril, martes.
Tengo — confieso — un poco de miedo.

El refrigerador está lleno. Como cuando hice la despensa hace una semana. La lata de café de Oaxaca incluso está llena... es más ¡tapada y sellada al vacío!, en el armario lucen limpias y planchadas las camisas que usé toda la semana pasada en mi trabajo. Y una de mis corbatas no había ningún rastro de la mancha de vino que se me cayó por descuido en la noche mientras seguia esperando el correo de Andrés que sabía nunca me enviaría.

Si bien esto puede parecer un maravilloso milagro, en el trabajo no lo era tanto. Mi jefe ya no estaba de vacaciones como dijo hace un par de días, para irse a su ciudad natal a ver a si madre.

La nota que había publicado hace una semana no aparecía por ninguna parte en los buscadores de internet, ni siquiera en la edición de PDF, y claro ni en la impresa.

¿Donde estaban esos días?

En las noches llegaba a la cama cansado y con cierta resaca por el vino tinto, ojeroso de buscar en la pantalla de mi computadora un email que no llegaba y con miedo de despertar al día siguiente y ver que mi mundo se había regresado 30 días antes.

Fue entonces cuando tomé una decisión.

Esta mañana me tomé un café mas cargado de lo de costumbre — culpa de la cafetera descompuesta — y arrojé las cenizas del calendario a la basura que había quemado en el patio en mi nuevo sartén de teflón. Iría a comprar un calendario nuevo a la librería.

No me presenté temprano en mi oficina, a sabiendas de que mi jefe me estaría esperando reloj en mano, necesitaba ir a la librería.

Ahí estaba. Abrieron a las diez de la mañana, los adolescentes con polos baratas de color amarillo llegaron con su acné a abrir la puerta de vidrio.

— ¿Tienen calendarios de este año?

La mirada de la joven detrás del sencillo mostrador me dejó helado.

Disculpe, pero creo que ya se vendieron todos. No nos queda ningún calendario, casi todos se vendieron muy bien en navidad y en enero. Pero déjeme lo reviso...

Varios minutos pasaron mientras merodeaba por las mesas de novedades editoriales y libros de autoestima. "Como vender como en Wall Street". "Deja de soñar y vive". "El hombre que amas también te ama".


Tiene suerte, sabe. Sólo nos queda uno en existencia. Espero que no le moleste pues tiene como fotos de pajaritos, ¿está bien para usted?








POR ERNESTO.
Este es un relato de ficción, todos los personajes son ficticios al igual que la trama,
cualquier parecido con algún evento en la vida real es mera coincidencia.

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